"I no oblidem que tota coacció, tota explotació nacional, ha estat exercida en el nom d´Espanya, el mite sagrat. Per això, no pot haver-hi a Espanya una revolució que mereixi el nom de tal, sense fer esclatar prèviament el mite". (Josep Armengou, escriptor català)

Nanos! Aquí us deixo un interessant article de La Vanguardia que parla de la felicitat, aquest concepte tant difícil d’explicar i de tenir però que tots en algun moment hem experimentat, alguns els dura molt altres poc….

L’article parla dels calés i la felicitat, desmentint que una es conseqüència de l’altre i viceversa segons diferent estudis realitzats... Jo crec que la felicitat va directament unida a la capacitat de relativitzar tot allò que et succeeix i t’envolta, la gent que més capacitat té per a relativitzar, més feliç es, ara bé, també crec que és molt difícil aconseguir relativitzar tot el que et passa, hi ha coses que ningú pot relativitzar, com per exemple la mort d’un familiar molt proper però en funció de la capacitat d’una persona per a fer-ho, més o menys ràpid, es recuperarà del cop amb més o menys facilitat. Això es aplicable a tots els àmbits i coses que et passen a diari, des d’un gerro que cau i es trenca fins a un suspens en un examen...

En fi, no em feu gaire cas... de vegades em dona per a filosofar....


Rico y feliz... hasta cierto punto
Los economistas estudian la felicidad y su correlación con la riqueza

El estudio de la felicidad en los seres humanos y el bienestar personal interesa cada vez a más economistas. La tesis aceptada hasta ahora según la cual la satisfacción personal y la felicidad aumentan de forma correlativa al crecimiento de las economías nacionales y de las rentas de los individuos es cada vez más cuestionada.

En una escala de satisfacción de 1 a 7 puntos, 400 millonarios de EE. UU. se ubican en 5,8 puntos, como los masai de Kenia

 

MANUEL ESTAPÉ TOUS - 26/01/2006
BARCELONA

Salud, dinero y amor. Así condensa el refranero las tres condiciones necesarias y suficientes para ser feliz, una aspiración individual y colectiva que ya figuraba en la pionera Constitución de los Estados Unidos de América y que ha sido incluida en el proyecto de Estatuto de Autonomía catalán, de acuerdo con el legado de John Locke, David Hume, James Bentham y los utilitaristas.

¿Economía de la felicidad? No en vano es la ciencia social que estudia cómo se resuelve que las necesidades de los seres humanos sean ilimitadas y los bienes materiales para satisfacerlas, escasos. La economía clásica parte de la base de que los humanos buscan el máximo placer. Entonces, la "mano invisible", según Adam Smith, lleva a que la búsqueda individual y egoísta del placer redunde en beneficio de la sociedad. Este modelo impera desde la "gran transformación" social del siglo XIX que impuso el capitalismo a escala mundial y que describió el historiador de la economía Karl Polanyi. El utilitarismo y la economía clásica deducen pues que un incremento de la riqueza individual y colectiva redunda en un aumento de la felicidad y el bienestar. Satisfacer necesidades es placentero. Parece obvio (y lo es cuando se resuelven situaciones de necesidad y de la pobreza se pasa a ingresar en la clase media).

Sin embargo, no es así, según se debate en estos momentos con cierta pasión en las facultades de ciencias económicas de Estados Unidos y Europa, donde se ha creado ya la subdisciplina (o microespecialización) de economía de la felicidad y del bienestar. Algunos de ellos se reunirán los próximos 9 y 10 de febrero en el XXVIII simposio Brown de la Southwestern University de Houston para debatir sobre el producto nacional bruto o el bienestar nacional bruto.

Cuestión ésta que remite a la más tópica sobre la posibilidad de comprar la felicidad y a los sueños de los millones de personas que juegan regularmente a la lotería en las "sociedades desarrolladas" con el inconfesable deseo de "comprar mi empresa y despedir a mi jefe" (según un perspicaz anuncio de la lotería del Estado de Nueva York). Porque, para complicar las cosas, las numerosísimas encuestas y estudios demoscópicos realizados especialmente en EE.UU. muestran que, en ocasiones, los ricos son infelices o, más bien, menos felices que la media. Porque felicidad, bienestar y riqueza son relativos. Los estudios y las series históricas demuestran que los humanos, sobre todo, comparamos. Nos comparamos.

Así, en una escala de 1 a 7, en la que 1 significa "nada satisfecho con mi vida" y 7, "completamente satisfecho", los 400 norteamericanos más ricos, los multimillonarios de la revista Forbes, ofrecían una respuesta media de 5,8 puntos (contra 2,9 en el caso de los sin techo de Calcuta, como parece obvio). Más difícil de creer, aunque igual de cierto, es que en las encuestas realizadas en los últimos 20 años, la etnia inuit, en el helado norte de Groenlandia, así como los masai de Kenia, sin luz ni agua corriente, puntúen 5,8 en la misma escala de felicidad vital que los multimillonarios estadounidenses (un 30% de los cuales es más infeliz que el norteamericano medio, lo que confirmaría enseñanzas como la impartida por el rapero asesinado, Notorious BIG: "No sé qué quieren de mí; cuanto más dinero conseguimos, más problemas tenemos").

Hace una semana, Andrew Oswald, economista de la Universidad de Warwick, resumía el debate en el Financial Times con un "Los hippies tenían razón". Señalaba que aunque la renta per cápita de los norteamericanos se haya triplicado desde 1945, el porcentaje de los satisfechos, bastante satisfechos y descontentos se mantiene estable. Estos descubrimientos suponen una "revancha", escribía Oswald, para los hippies, los verdes, los manifestantes antiglobalización y los partidarios de vivir la vida sin que el trabajo suponga una tortura, más bien un medio, para cubrir las necesidades básicas e indispensables (la definición de ambas varía con el tiempo y la renta y los lujos de anteayer se convierten en las imperiosas necesidades de hoy). En el plano internacional, los estudios muestran un aumento correlativo de riqueza y felicidad hasta un nivel comprendido entre los 15.000 y los 20.000 euros anuales. A partir de ahí, y aunque Locke, Hume, Bentham y compañía se retuerzan en sus tumbas, por más que se enriquezca un país no aumentará la felicidad y el bienestar de sus ciudadanos. Según el psiquiatra Joan Massana, la "felicidad es una sensación falsa, artificial como una raya de coca. Es puntual y no es normal que dure".

Text extret de La Vanguardia

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